el gozo de escribir y vivir


Estoy en una boulangerie, un típico lugar parisino con sus cristaleras en madera verde oscura, degustando un delicioso café. Los clientes del establecimiento son muy variopintos, me ofrecen todo un mundo en cada mesa, en cada conversación. Un grupo de adolescentes calman su hambre en una merienda copiosa entre risas y complicidad. Un chico parece esperar a una persona especial, mira la puerta para cerciorase de que su amada se asoma por la vidriera y suspira al no verla llegar. Una mujer de mediana edad remueve su café como si la taza le fuera a ofrecer la respuesta al problema que le da vueltas en la cabeza sin cesar.

Miro por la cristalera con un sentimiento de cierta nostálgica. Mis pasos sin rumbo definido me han traído a este lugar. Sin muchas ganas de hacer nada en especial me dejo llevar por los aromas y los rumores del café, disfruto de la libertad de no tener nada que hacer, nada programado, no hay nadie que me espera, sin citas, ni tareas. Mi teléfono permanece callado cómplice de mi momento de soledad.

Escribo en mi libreta consciente de todos los sonidos que me rodean, sus texturas y sus olores. Consciente y presente me acerca a todo, a la textura del papel por el que se desliza mi bolígrafo dorado, un regalo de mi amor. Las hojas se rellenan sin quererlo, sin ningún otro propósito que llenar el vacío de las páginas en blanco. Vacío necesario para poder llenarlo, desprendimiento para poder recibir. Abierta, serena y real soy feliz con mi vacío, con mi infinito interior. Me acepto tal como soy, diferente, igual, pausada, acelerada, cordial, esquiva, cariñosa, cercana, lejana. Acepto mis estrañezas, mis sensaciones y mis visiones de luz y color. Estoy dispuesta a utilizar mi entendimiento con el máximo amor, sabiduría y respeto, con muchisima humildad. Con el lema de un poco de amor mejor que nada. Lo cierto es que si soy así, es por alguna razón que aún desconozco pero confío en entenderlo con el paso del tiempo. Nada sucede porque sí, todo tiene una razón y todo está unido y relacionado con todo.

Acaricio la mesa, inmersa en mis vacilaciones, es suave de color marrón. La taza de mi café reposa en la mesa, vacía.

Siento una emoción de gratitud hacia todo y las páginas en blanco me sirve de abocador de mis sentimientos, sin censor la escritura me resulta fácil, cómoda y gratificante. Me deleito formando cada una de las palabras, de las frases, de sus puntuaciones. Me deleita ver mi mano deslizarse suave sobre el papel y como forma signos con sus significados. Me deleita la luz que mi bolígrafo proyecta sobre la hoja. Me deleita vaciar mi contenido sobre el papel, por el puro placer de hacerlo, por el placer de crearlo. Mi mente forma las palabras, mi mano ejecutor de sus órdenes obedece fiel y contenta a mis indicaciones, como un instrumento valioso para realizarlo.

Mi cuerpo, la cajita de mi alma, es hermoso con curvas generosas. Un cuerpo sano y vigoroso al cual agradezco cada una de sus células por todo lo que me ofrece. En mi mente se instala el último piropo que hoy he recibido: "guapa, guapisima, cada vez que te miro estás más bella", me repetía una mujer de edad avanzada postrada en la cama en estado teminal, mientras le hacia reiki. Halagos sinceros que me llegan como regalos a mi corazón. La beso en la frente mientras intento darle sosiego con todo mi amor. Toda una lección de vida y amor, en la escuela de la vida.

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